viernes, 20 de abril de 2012

No se puede cansar de esperar aquel que no se cansa de mirarte.

Clavó las uñas en el cristal empañado y cruzó un par de sonrisas con el maravilloso chico de la gorra azul, les valieron 3 miradas y un par de pestañeos para entenderse. Ella estaba encerrando su corazón entre tres ciudades que lo rompían en mil pedazos y perdían otros cuantos por el camino. Él acallaba sus pensamientos con las dulces notas de Belle & Sebastian, ambos pasaban por lo mismo. Un cruce de destinos, un punto muerto, la cabeza suele decir "para" y el corazón anima a continuar, pero esta vez el corazón, moribundo, suplicaba de rodillas que no le clavaran más cuchillos. Una noche de sábado metida entre piel y hueso junto con el efecto chispeante de un vino barato mezclado con canciones de carretera hacía la realidad aún más distante y entonces, se miraron de nuevo, clavándose las pupilas, sin conocerse y conociéndose desde siempre. Mentiras sinceras y verdades que duelen, promesas que no se cumplen y el sabor olvidado de besos apresurados, esa era la realidad, esa y que la sonrisa del chico de la gorra azul era lo más bonito que veía en meses.

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