jueves, 12 de enero de 2012

Alguien me dijo una vez: "Todo puede ir a mejor, sólo déjate llevar".

Deja de hacerlo. Sabes que nunca saldrás de esta rotonda si no avanzas campo a través. Sabes que nunca conocerás el final de la historia si te niegas a leer el capítulo final. ¿Por qué no quieres cambiar? Tu vida es monótona así, y quizás lo siga siendo, pero nunca lo descubrirás si no lo haces. El tiempo pasa, ¿cuándo piensas adaptarte a él, cambiar con él? Te estás perdiendo muchas cosas por hacer esto. Creo que ha llegado la hora de que madures, y te des cuenta que todos aquellos minutos tan mal invertidos no valieron para nada. Has perdido tantas cosas. Hablo de esas personas para las que eras especial, sí, lo eras, pero nunca lo supiste. No lo supiste ver. Has perdido momentos, has perdido risas y ante todo, has perdido felicidad. Aquella felicidad que ha ido resbalando por tu rostro en cada una de las lágrimas que derramabas por él, que escapaba de tu cuerpo con el propósito de no regresar jamás. Aquel espejo que rompiste cuando te odiabas tanto a ti misma, tanto como para destruirte. Él te ha hecho perder tantas cosas, y dime, ¿cuántas has ganado? Mira, te las voy a decir. Te ha hecho ganar desconfianza en ti misma, inseguridad. Ha bajado tu autoestima hasta que estaba ahogada bajo el suelo. Ahora te resulta más fácil llorar. Te ha hecho ganar enfados y peleas. Te ha hecho ganar un nuevo espejo. Ahora es demasiado tarde para lamentarse por lo ocurrido. El único camino que puedes tomar es pasar de capítulo, y dejar de releer el mismo de siempre. Ese que cuenta la historia de una chica que soñaba con aquel príncipe azul, que en realidad no era príncipe y aún menos azul. Aquel que la hizo sufrir del modo más incomprensible. No, no la pegó ni una sola vez, ni la insultó. Pero la princesa, por mucho que se esforzara en querer resaltar, estar a la altura del reinado de aquel muchacho, para él era un simple fantasma. La ignoraba. Y aquello la mataba día a día. Ella sabía que estaba muriendo, y lo peor, lo estaba haciendo por él. Fue entonces cuando alguien le dijo ese "Buenos días, princesa"que la hizo despertar de su eterno letargo. Siguiente capítulo: aún está por descubrir, pero sé que hablará de una princesa que se quitó los estúpidos zapatos de cristal que le hacían daño en los pies, bajó de su torre y huyó de aquel lugar donde el príncipe la había tenido encerrada. Se prometió a sí misma no volver jamás. La princesa, había despertado.

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