sábado, 22 de octubre de 2011

Hasta el aire me huele a ty.

Salí dispuesta a matar. Me puse el vestido más corto, los tacones más altos y los labios más rojos. Afile bien la lengua y disfracé mis ojos de pura indiferencia. Tú me viste aparecer, con la sonrisa de embaucadora y el corazón acorazado. Me miraste, un sólo segundo, sonriendo sin más. Hoy las normas no existen, murmuré, al pasar por tu lado. Y tú, como finges tan bien, no respondiste. Pero los ojos te brillaron, quizás pensaste que el traje de niña mala me sentaba bien. Y me viste bailar encima de la barra del bar, me viste ahogar las penas entre risas que hacían eco y el frenesí de la noche. Me viste tan mala, tan amarga, tan yo, que sólo pudiste repetirte una y otra vez lo gilipollas que habías sido. Yo, mientras, seguí jugando a ser la bruja del cuento pensé que si, me hecharas, pero me hecharas de menos. Habrá otros que me quiten a besos el pintalabios.

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